La intolerancia a la lactosa es una alteración del intestino que es incapaz de digerir la lactosa: uno de los componentes de la leche, entonces, como es lógico no pueden digerir la leche.
Esta enfermedad se manifiesta de distinto modo según el niño y la edad. Se puede manifestar en forma de diarrea, las heces pueden ser muy ácida y, portanto, la zona de alrededor del ano estará irritada y cada vez que el bebé defeque le producirá escozor provocando llantos.
Nuestro bebé tendrá ruidos abdominales y con posibilidad de tener muchos gases ya que la lactosa fermenta dentro del intestino.
Puede que haya niños que vayan desarrollando poco a poco esta intoleráncia, y que comence a rechazar la leche, pudiendo vomitarla o con dolores abdominales.
Sabemos que la leche es muy importante en nuestras vidas, y mucho más para un bebé, por eso, si sospechamos que nuestro bebé le comienza a ocurrir esto, debemos darle una leche especial sin lactosa, que se venden en farmacia y se preparan como cualquier otra leche infantil y suele bastar con tomarla entre 2-3 semanas y luego se podrá volver a ingerir la marca habitual de biberones. Se preparan como cualquier otra fórmula infantil (un cacito raso por cada 30 c.c. de agua). En general, bastará con que lo tome durante 2-3 semanas. Después podrá volver a tomar su marca habitual de biberones. Y los bebés que toman el pecho toleran bastante bien la lactosa de la leche materna.
Los niños más mayores con intolerancia a la lactosa y los adultos, pueden tomar yogurt o queso, que apenas contienen lactosa debido al proceso de fermentación.